El pasado domingo, algo antes de las 7:30, llegaba yo a Sea Mills para ver la final del Mundial 2014. Kristina, sonriente y con una bandera alemana pintada en la mejilla, había preparado una cena sabrosa acompañada de cervezas alemanas de importación, por si acaso teníamos alguna duda acerca de cuál debía ser nuestro equipo favorito. Por supuesto, Ronaldo se posicionó inmediatamente a favor de Argentina, mientras que los demás apostamos por la victoria de Alemania. Kristina me contaba entre risas que se siente aliviada desde que Alba ha venido a pasar el verano con su novio Ronaldo, ya que al parecer mi amigo portugués se ha terminado llevando bien con Alex. "Demasiado bien", asegura Kristina mientras los ve cuchicheándose al oído y mirándonos con una sonrisa que no augura nada bueno. Kristina está contenta con la nueva pareja de inquilinos que cuidarán de la casa durante su ausencia este verano, y me dice en tono de broma que está preocupada ante la posibilidad de que Alex se convierta en alguien como Ronaldo de mayor. Mi amigo se defiende diciendo que él ha aprendido muchas más palabrotas en inglés de Alex que a la inversa, y que el otro día le tuvo que contar que iba a venir la policía a llevárselo detenido para que dejara de hacer diabluras. Al final del partido, Alemania es campeona por cuarta vez y todos felices. Sobre todo la anfitriona, claro.
Los domingos por la noche no hay trenes entre Sea Mills y el casco urbano de Bristol, así que Kristina se ofreció amablemente a llevarme a casa. Se mostró satisfecha cuando le conté que al día siguiente presentaría mi primer trabajo en el Centro, algo que me imponía bastante respeto apenas unos meses atrás. Pero hay un factor que me ha hecho cambiar de opinión, y es que mi oído para el inglés se ha agudizado sensiblemente desde que llegué aquí. Es difícil cuantificar el grado de mejoría, pero de repente he sido consciente de que empiezo a entender muy bien los distintos acentos de los nativos que me rodean. Cada vez me siento más cómodo en eventos de habla inglesa, y con ello se va cumpliendo uno de los grandes objetivos que me fijé antes de comenzar esta etapa de mi vida.
Así que, para darle un poco de suspense a la situación, hoy lunes me he levantado con dolor de garganta, tosiendo y, claro, de un humor de perros. Con todo, me las he arreglado para llegar a la hora de la presentación con una compostura razonable, gracias a esos pequeños remedios y cuidados que mis padres tenían para mí cuando era niño y que ahora que ya no lo soy me aplico yo mismo. Y la presentación ha salido bien, siguiendo el guión que tenía marcado sin demasiados problemas. Entonces he ocupado mi asiento en la primera fila para dar paso a la segunda ponente de la sesión, y creo que en ese momento mi cuerpo ha entendido que ya no era necesario contenerse por más tiempo, desencadenando una tos irritativa para la audiencia, para mí y para la ponente que estaba apenas a dos metros de mí mirándome de reojo con cara de circunstancias. La puerta de salida estaba demasiado lejos, así que he optado por contener la respiración y tragar saliva, y aunque he logrado frenar la tos el efecto secundario ha sido un enrojecimiento paulatino de mi cara hasta que la ponente me ha mirado fijamente preguntándose si debía detener la presentación para que atendieran a ese extranjero desconocido. Para entonces, a mí ya se me habían saltado las lágrimas y temblaba ligeramente. Después de una mueca, la chica ha decidido con buen criterio proseguir su exposición, ignorando a ese tipo extraño que recobraba la normalidad poco a poco de conmoverse ante su presentación del Modelo Lineal Mixto.