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lunes, 30 de diciembre de 2013

Paparajotes

Ya llevo unos cuantos días de vacaciones por Murcia, durante los cuales he aprovechado para disfrutar a tope de la comida, el tiempo, la ciudad y, sobre todo, de la gente. Antes de venir tuve aún tiempo de asistir a la fiesta de Navidad de mi centro de trabajo, con un equipo humano de más de 400 personas. Eso exigía cierta organización, incluyendo una lista en la que cada asistente podía anotar voluntariamente su contribución al evento. En su visita hace unas semanas, Cristina y Pedro no sólo trajeron pasteles de carne a Bristol, sino también hojas de limonero recién cortadas de la huerta en la que mi padre se crió y de la que aún hoy sigue cuidando a diario con esmero. Así que, con todos los ingredientes necesarios, pude anotar mi aportación en el apartado de postres: paparajotes.

Mi intención de mantener la receta en secreto fracasó miserablemente. Estaba cantado, ya que la organizadora del evento era Claire, compañera de despacho y con la que ya tengo mucha confianza. Claire es la que está gestionando la acogida de una gata por parte de Kristina, así que me ha tocado preguntarle varias veces con un sentimiento ambivalente (me alegraré por ellos cuando el animalito llegue, pero no por mí, que soy alérgico). También me pidió ayuda con sus vacaciones románticas para que llamase al hotel en Riviera Maya y negociase en español los términos de la reserva para el fin de año. Así que, en cuanto vino a preguntarme qué eran paparajotes y yo quise mantener la intriga, su interés aumentó y decidió buscar la respuesta por internet. El problema surgió cuando trataron de descifrar una receta en español que contenía el verbo "coger", y para traducirla utilizaron un traductor online de español latino. Como Claire, la mayoría de mis compañeras de despacho rondan los 40, pero desgraciadamente no todas tienen su sentido del humor, por lo que alguien puso el grito en el cielo al encontrar la palabra fucking en una receta de cocina. La broma se me había ido de las manos, así que tuve que explicarles con pelos y señales el proceso de elaboración, y aun así creo que algunas no quedaron muy convencidas...

Y llegó el gran día, y yo lo empecé de mal humor, en parte por madrugar más de la cuenta, y en parte porque al principio la masa no tenía la consistencia necesaria, probablemente porque los ingredientes no eran los habituales - para rizar más el rizo, otra de mis compañeras preferidas (Sarah) es vegana, y me había comprometido a elaborar un postre sin ingredientes de origen animal. Kristina se ofreció para llevarlos en su coche después de dejar a Alex en la escuela, y al ratito me escribió diciendo que el esfuerzo había merecido la pena y que ya iba por el segundo paparajote. El resultado fue un éxito rotundo, aunque me olvidé de dejar un cartelito y una de las asistentes se comió también la hoja. Yo pude deleitarme con algunos aperitivos indios sabrosos y picantes rebajados con buenos vinos, aunque la mayoría de la comida que la gente había traído eran postres. Así que fue una dulce despedida de mis compañeros de trabajo, a los que podré saludar de nuevo en unos días. ¡Feliz 2014!

jueves, 19 de diciembre de 2013

Navidades en familia

La Navidad nunca ha sido mi época favorita del año, pero esta vez la estoy esperando con ganas. Muchas. Después de un trimestre trabajando a tope y sin un solo día festivo, el cuerpo me pide vacaciones. En ese tiempo no he hecho muchos amigos (¿seré yo? ¿Serán los ingleses? Ya hablaremos de esto otro día), así que espero con ilusión el reencuentro con mi gente. Como yo, casi todos en mi centro de trabajo tienen previsto volver a sus ciudades de origen para pasar la Navidad, y los que vienen de muy lejos y no se lo pueden permitir no logran disimular su tristeza. Yo estoy en el grupo de los afortunados, y más aún dado que hace unos días tuve como aperitivo familiar una visita muy especial: la de mi hermana Cristina y mi cuñado Pedro.
 
Aunque Pedro ya había estado antes en Bristol, para Cristina era la primera vez, de modo que nada más encontrarme con ellos hicimos la visita obligada en esta ciudad: el puente colgante de Brunel. Luego fuimos a cenar a mi casa en Sea Mills, donde Cristina y Kristina pudieron por fin conocerse y charlar un buen rato. También estaba correteando por allí Alex, ese pequeño hooligan con el que vivo, y que rápidamente le aclaró a mi hermana que la línea de celo sobre la alfombra del salón marca la frontera entre los juguetes LEGO y el mundo de los adultos (en realidad, ella me lo había preguntado antes a mí, pero yo no tenía la menor idea al respecto). Pedro puso al corriente a mi casera del grupo en el que había caído Alemania en el Mundial, y que luego sus amigos desde tierras germanas calificarían como "bah, fácil" (Alemania tiene a Portugal, Estados Unidos y Ghana como compañeros de viaje rumbo a los octavos de final, y todos ellos pasaron la fase de grupos hace 4 años). Y luego nos sentamos a cenar, yo con una sonrisa de oreja a oreja por tener a tan distinguidos invitados..., y porque el primer plato eran pasteles de carne!
Creo que a los dos les sorprendieron algunas cosas de la vida por aquí. No terminaron de entender eso de que los trenes lleguen tarde (o que lleguen muy tarde, o que ni siquiera lleguen) en el país de la puntualidad. También les impactó la poca iluminación de las calles, algo a lo que yo ya me he ido acostumbrando. Como a la lluvia, que nos acompañó durante buena parte del sábado mientras visitábamos Bath, con sus baños romanos y su mercado navideño atestado de gente. Mi hermana, que ya venía algo renqueante de salud, lo llevó algo peor, así que por la noche acabamos de nuevo en mi casa a las afueras, con mi casera gratamente sorprendida por nuestro cambio de planes y ejerciendo de madre con mi hermana. De modo que ya puede decirse que Cristina y yo compartimos madre biológica y madre de acogida, porque eso es lo que ha sido Kristina para mí durante estos meses. Y entre los recursos de mi casera y un generoso reposo, al día siguiente los cuerpos estaban listos para subir y bajar unas cuantas cuestas por la ciudad, esta vez bajo un sol radiante.

 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Un brote verde

Nada, no hay manera. Esta semana no he podido sacar un rato para sentarme a escribir una entrada en condiciones para el blog. En parte se debe al trabajo, que en las últimas semanas se ha incrementado considerablemente. Eso me ha llevado a echar horas extra casi a diario para intentar alcanzar los objetivos que Julian fijó para antes de las Navidades, y que él mismo ha reconocido últimamente que no eran muy realistas. Otros asuntos que me han absorbido recientemente tienen que ver con algunos cambios de cara al año que viene que espero que se concreten pronto. Y finalmente, y aquí viene la mejor parte, la vida social también ha sido intensa. Mi paisano Gonzalo me invitó el viernes a una fiesta internacional en el piso catorce de una lujosa residencia de estudiantes. Eso cubrió con creces mis expectativas para un fin de semana aquí sin visitas, pero he aquí que mi casera Kristina tenía como invitados estos días a un par de mellizos alemanes que han resultado ser tan majos como ella. Anoche acabé brindando con ellos con un buen vino español por mi primer aniversario como doctor, y hoy hemos ido a ver juntos la segunda parte de El Hobbit.
 
Pero lo que me ha animado de verdad a escribir una "entrada express" ha sido una noticia-reportaje de la BBC sobre Irlanda. En ella se recuerda que este país fue uno de los grandes afectados por la crisis de 2008, ya que el crecimiento del sector de la construcción había sido desproporcionado (¿os suena?). Cinco años más tarde, y después de ser rescatada financieramente, Irlanda está volviendo a crear empleo, y algunos indicadores como el precio de la vivienda sugieren que podría hablarse de una salida de la crisis. La noticia también destaca los costes que esta transformación ha requerido (pérdida de poder adquisitivo, emigración masiva de jóvenes), y en general el tono es cauteloso, ya que se considera que las tasas de desempleo aún son considerables (12.5% frente al 7.6% en el Reino Unido). Pero yo, que quizá lo veo todo más positivamente después de visitar la Tierra Media y derrotar a los orcos, he pensado que es una noticia esperanzadora, y por eso quería compartirla. Os dejo el enlace.
 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Familia española en Gran Bretaña

Mi segunda excursión por esta isla tuvo como escenario Oxford. A cualquier niño - y también a los que ya no lo somos - le gustaría pasear por esta ciudad señorial y acogedora y encontrarse con el mismísimo colegio Hogwarts de las películas de Harry Potter. De modo que, con alguna lectura de trabajo para el camino y con mi ilusión aventurera tirando de mí, emprendí la marcha para encadenar un total de siete trenes en un solo día. Si lo piensas con serenidad te da pereza y te quedas en casa, así que sólo puedo explicar esta paliza como ganas de hacer un viajecito y encontrarme con gente. Porque allí me esperaban Luis y su familia.
 
Luis es de las personas que se han ganado el derecho a elegir dónde quieren trabajar. Compañero y antiguo jefe, me contaba lo contento que está por haber vuelto otra temporada a Inglaterra, esta vez acompañado por su familia. Luis y los suyos han cambiado el coche por la bici, y también han aparcado por una temporada las incertidumbres para venir a un país donde todo funciona razonablemente bien. La gente puede resultar algo fría y distante, sí, pero para eso se tienen los unos a los otros, y por ello yo les envidio sanamente. Bueno, y hay otra cosa que tienen y que sin saberlo les hace la vida mucho más fácil, y es..., ¡¡¡una secadora!!! Sí, parece mentira, pero es el primer hogar de este país en el que he podido encontrar este electrodoméstico tan necesario en una zona del mundo como ésta. Yo no dispongo de semejante caja mágica, así que el mejor remedio que he encontrado ha sido convertirme en el hombre del tiempo, y organizarme de la mejor manera posible para elegir el día de la colada, que suele ser aquel día de la semana en el que brilla el sol y no llueve. La cosa se va poniendo peliaguda, ya que ahora el sol se pone a las 16 horas y las temperaturas van bajando, pero os dejo el pronóstico de la BBC en el que fue mi último "día de la colada."
 
Por lo demás, sigo viviendo en Sea Mills con Kristina y Alex, que le dan algo de aroma familiar a estos primeros meses de estancia. Los dos se han puesto muy contentos cuando les he dicho que este finde vienen mi hermana Cristina y mi cuñado Pedro. Kristina tiene ganas de conocer a alguno de mis parientes cercanos, ya que ha oído mucho hablar de ellos; y Alex tiene ganas de comprobar si su método de esconderse detrás de la cortina para dar un susto es igual de efectivo con ellos que conmigo, que ya he adquirido la costumbre de asustarme por las tardes cuando vuelvo de la uni. Dice Kristina que en la última visita a Hamburgo, hace sólo unas semanas, le advirtieron de que el niño ya habla alemán con acento inglés. Así es la vida. Y no será porque ella no pone empeño, hablándole casi siempre en alemán y leyéndole cuentos como el de la foto. No hace falta saber alemán para saber de qué trata, ¿a que no?