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viernes, 12 de septiembre de 2014

Un año aquí y el test de Facebook

Esta semana he cumplido mi primer año en Bristol, y casi me da vértigo al echar la vista atrás y darme cuenta de lo mucho que ha cambiado mi vida y la de mucha gente cercana a mí desde que llegué aquí. Para quitarle hierro al asunto, Kristina me envió uno de esos tests de Facebook que sirven más para pasar el rato que para sacar conclusiones serias. El título, “How English are you?”, me pareció divertido, así que acepté el reto. Y al ver el resultado, pensé que era una broma pesada: según el test, soy un 62% inglés.
Aunque esto no es más que una anécdota, la traigo para ilustrar la idea de que, después de un año en Bristol, me doy cuenta de que hay cosas de este país que me gustan (!). Si os soy sincero, yo no estaba precisamente enamorado de la cultura británica cuando vine aquí, sino que más bien tomé la decisión por razones prácticas como la proximidad geográfica, el idioma y la posibilidad de trabajar en un grupo de élite. Tampoco tenía otras propuestas económicamente viables cuando me ofrecieron este trabajo, así que simplemente hice las maletas y pensé que, como en un matrimonio concertado, el cariño iría surgiendo con el tiempo. Y aunque no todo han sido momentos fáciles en este país, ahora hay cosas que aprecio y que incluso echo de menos cuando voy de visita a España. Cosas como que me gustan las competiciones deportivas inglesas, que me he acostumbrado a tomar varias tazas diarias de té negro con leche y sin azúcar y que, os lo aseguro, disfruto la vida en un sitio donde la gente es educada y pide las cosas “por favor”.
A grandes rasgos, estoy contento con la decisión que tomé. Elegir un destino en Europa me facilita poder ver a mi gente con frecuencia, y también que ellos vengan de visita. Elegir Inglaterra me ha servido también, desde luego, para darle un buen empujón al inglés; en realidad, pienso que aprender un idioma es un proceso que no termina nunca, y que requiere mucha práctica para que no se oxide (esta semana dije “deducí” y “podí” mientras hablaba en español, con lo cual os diría que ahora ya no hablo ningún idioma como Dios manda). Mi trabajo me gusta y me estimula, me he asentado bien en mi nuevo equipo, y todo ello me hace sentir valioso y realizado como profesional.
Dicho esto, y aunque parezca un contrasentido, también os aseguro que nunca había amado tanto mi tierra como desde que emigré, y que una de las primeras cosas que hago cada vez que regreso al Reino Unido es planificar mi próxima visita a Murcia. Como buen español, ya casi me he fundido todas las vacaciones de este año, así que he tenido que idear una nueva fórmula para poder volver a casa antes de Navidad: trabajar desde casa. Julian me dio permiso poniendo como única condición “que la visita no interfiera con el desempeño de mis funciones”. Ni siquiera pensó demasiado en mis motivos, ya que él sabe que somos personas muy distintas en casi todo y, hombre práctico (en eso sí nos parecemos), se conforma con que nos entendamos bien trabajando juntos. Julian, al igual que la mayoría de ingleses con los que trato a diario, estallaría en una sonora carcajada si supiera que un test de Facebook dice que soy un 62% inglés.