Seguidores

viernes, 28 de febrero de 2014

Trabajo: George, mailing lists y problemas con los USA

Como cada semana, he pasado un buen puñado de horas en mi despacho, que es una zona diáfana y espaciosa donde también trabajan varios investigadores ingleses y una serbia que lleva aquí más de 20 años. Podría escribir cosas buenas acerca de todos ellos, pero como primer personaje para el blog me quedo con la última adquisición. Se llama George, es nigeriano y llegó hace un mes con su familia procedente de otra universidad del norte de Inglaterra. Me cuenta con solemnidad que su país es la nación negra más poblada del mundo, y que el idioma oficial es el inglés, que coexiste con varias docenas de lenguas tribales. Pronto captó mi atención por su risa franca y ruidosa, que contrasta inevitablemente con la cortesía flemática y distante de muchos ingleses. A pesar de su talante desenfadado, George es un estupendo profesional con varios estudios prestigiosos en su haber, pero eso lo he sabido por otras personas. Todas las semanas nos buscamos varias veces para contarnos qué tal nos va o compartir alguna anécdota. Incluso me ha descubierto un nuevo estilo musical: el afrobeat.
 
Una fuente constante de noticias y novedades, algunas interesantes, son las mailing lists de la facultad. En la lista genérica, a la que pertenecemos los más de 400 trabajadores de este centro, se publican anuncios de toda índole. Casi todos los días leo correos de gente pidiendo referencias acerca de otros gremios (fontaneros, ópticos, dentistas, tasadores inmobiliarios...) y recomendando a (o previniendo contra) ciertos profesionales. También son frecuentes campañas de caridad como la de mi amiga Claire, destinada a unos caballos en estado de salud preocupante en Méjico, o la de una mujer que estaba reclutando gente para dormir a la intemperie esta noche como muestra de apoyo a los sin techo (y estos días han bajado algo las temperaturas). Gracias a esta lista yo encontré alojamiento temporal y tuve la suerte de conocer a Kristina, compré una guitarra casi nueva hace unas semanas y, hoy mismo, he ido a un concierto de jazz gratuito que me ha dejado con la boca abierta. A veces hay mensajes menos interesantes, como avisos de averías o sencillamente alguien que ha perdido su taza del té. Y de vez en cuando escribe un compañero griego al que George y yo tenemos ganas de conocer en persona para echar unas risas. Seguro que es buen chaval. Supimos de su existencia un día en que alguien estaba pidiendo sugerencias originales para titular un artículo que sería enviado a una importante revista científica, y él propuso un diminutivo que en realidad se utiliza aquí de manera coloquial como insulto racista. Al día siguiente, el mismo muchacho escribió un alarmante mensaje anunciando que había olvidado su memoria USB en la ducha y que necesitaba recuperarla urgentemente, ya que contenía información "altamente confidencial".
 
Hablando de correos y de información confidencial, hoy terminaré con una anécdota algo rocambolesca. Hace casi tres meses que espero un pago de una asociación que está en Noruega, pero que opera financieramente desde Estados Unidos. En realidad es una suma simbólica, y lo será aun más cuando me apliquen las dichosas comisiones por cambio de divisa, pero al menos me ha generado una batallita para el blog. Resulta que ayer me escribieron para informarme de que el pago se estaba retrasando porque mi nombre aparece en una lista negra de un banco estadounidense.
- "Bienvenido a los sistemas de vigilancia universal - me decía un tal Eamonn desde Noruega. Avíseme si está interesado en conocer más detalles acerca de este asunto. ¡Yo ciertamente lo estoy!"
Sin saber muy bien la impresión que se estaba formando de mí aquel nórdico, me apresuré a pedir que verifiquen que el nombre coincide exactamente con mi nombre completo, y que de ser así pasaríamos a comprobar el número de pasaporte (aunque Eamonn no tiene por qué saberlo, viví 3 meses en Tennessee, y a estas alturas me empezaban a pasar ideas algo paranoicas por la cabeza). Pero hoy tenía un mensaje conciliador de Eamonn, quien me pedía paciencia mientras el asunto se aclaraba e incluso compartía conmigo la historia de un senador estadounidense que no pudo subir a un avión por un asunto similar poco después del 11-S, y también la de un amigo suyo que vivió en Italia y tuvo la mala suerte de compartir nombre y apellidos con un capo de la mafia, lo cual le reportó un despertar más agitado de la cuenta cuando la policía creyó haber localizado a "su hombre". Me ha parecido majo este Eamonn, así que le he contado la historia del día que fui a poner una denuncia en Murcia y casi acabo arrestado porque mi nombre coincidía exactamente con el de un maleante del Puerto de Santa María. Y he terminado diciéndole que no sé lo común que será su nombre en Noruega, pero que probablemente en España y en Reino Unido él estaría totalmente a salvo...

 

lunes, 24 de febrero de 2014

Ese famoso artículo del New York Times

Hace apenas unos días, el afamado diario New York Times publicaba un reportaje dedicado a la cultura española que no tardó en cruzar el charco. Los periódicos españoles - los que yo consulto, al menos - se hicieron eco de la noticia, y entre la charla con mi amigo Gonzalo mientras veíamos el fútbol este miércoles y varias reseñas de mis amigos en las redes sociales a lo largo de la semana, pensé que el asunto tenía cierta trascendencia. Así que busqué el citado reportaje y después de leerlo me quedaron algunas reflexiones que quiero compartir con vosotros. Por cierto, aquí lo tenéis por si queréis echarle un vistazo:

http://www.nytimes.com/2014/02/18/world/europe/spain-land-of-10-pm-dinners-ponders-a-more-standard-time.html?hpw&rref=world&_r=0

En primer lugar, me animé al ver que España aparecía retratada en el reportaje como uno de los países más productivos de Europa, según la agencia Eurostats. Esta noticia me alegró doblemente, ya que por un lado estoy acostumbrado a escuchar (que no compartir) el estereotipo de que los españoles somos vagos y de poca utilidad en el trabajo, y que nuestro hábitat natural son las discotecas a altas horas de la madrugada; y por otro lado me había alarmado tanto al leer algunas de las reacciones al reportaje que estaba esperando encontrar casi un ataque frontal a los españoles. Pero no, no es eso lo que dicen los datos de Eurostats, de los cuales Pablo Prieto hace un audaz análisis en el siguiente enlace:

http://www.huffingtonpost.es/pablo-prieto/desmontando-mentiras-hoy-_b_2018783.HTML

Ahora bien, en este artículo se cuestionan abiertamente los horarios de nuestro país, con especial atención a la siesta en mitad del día. Empezando por el final, creo que existe una imagen algo distorsionada del hábito de la siesta fuera de España que no se corresponde con la realidad. En el reportaje se habla de la siesta como una costumbre prácticamente obligatoria; sin embargo, la mayoría de los profesionales que yo conozco no duermen la siesta durante la semana, y quienes lo hacen suelen pertenecer a sectores donde se desempeñan labores físicas que aconsejan un descanso en mitad de la jornada (albañiles, trabajadores a pie de campo, peones industriales) o bien a profesiones liberales donde los horarios son más flexibles o solamente se trabaja hasta las 15 horas. Yo identifico la estampa de los albañiles durmiendo la siesta como algo típicamente español, y no creo que sea un mal vicio que haya que desterrar. Cuando a los médicos españoles se les pregunta por la siesta, suelen describirla como un hábito natural y con efectos beneficiosos si se practica con la duración adecuada. Aquí van algunas pautas:

http://www.sabervivir.es/salud-al-dia/noticias-de-salud/dormir-la-siesta-no-mas-de-30-minutos-y-en-el-sofa

Lo de los horarios creo que merece más atención. El reportaje menciona jornadas laborales hasta las 20 horas, que hacen difícil eso de la conciliación de la vida laboral y familiar de la que tanto se habla últimamente. También se incide en el retraso del prime time en los medios de comunicación hasta alrededor de las 22 horas (curiosamente, relata el autor, esta costumbre tiene sus raíces en la dictadura de Franco), lo cual hace que muchos españoles (un 25%, según una encuesta) estén aún delante de la pantalla después de medianoche. Esto ya me suena más ajustado a la realidad, tanto en relación a las jornadas laborales de sol a sol - que son aún frecuentes en la empresa privada española - como en lo que respecta a los espectáculos televisivos nacionales (fútbol, series, reality shows...) los cuales rara vez comienzan antes de las 22 horas. Así son las cosas, y supongo que si así siguen es porque la gente está contenta. Yo al final me ciño a menudo al "donde fueres haz lo que vieres", y he llegado a quedar para cenar a las 17:30 en Holanda o a las 23:00 en España. Creo que es bueno ser flexibles, y me pregunto si llegara el día en que pueda proponer una cena a las 20 horas sin que a algunos de mis amigos españoles se les caiga el alma a los pies...

Para terminar, lo que menos me ha gustado de este reportaje es que está basado en criterios puramente económicos; ese enjuiciamiento de nuestra siesta después de comer o de nuestra afición a sentarnos a cenar cuando otros europeos se están poniendo el pijama, obedece únicamente a la preocupación por que eso afecte a nuestro rendimiento en el trabajo al día siguiente. El autor de este reportaje no se pregunta cómo afectan los horarios españoles a la salud de los ciudadanos o a la calidad de las relaciones interpersonales. Es una pena. Creo que cualquier sociedad debería estar estructurada para maximizar el bienestar de las personas, y no su contribución al producto interior bruto. Eso es lo que afirma y defiende firmemente en su último libro Pedro Jara, con quien os dejo - en muy buena compañía - hasta la próxima entrada.

http://regeneraconsciencia.org/tag/el-mundo-necesita-terapia/

viernes, 14 de febrero de 2014

Capeando el temporal

Como habréis visto en las noticias, el tiempo en Gran Bretaña ha sido bastante desapacible últimamente. Aquí la BBC lleva varios días hablando de accidentes debidos al temporal, trenes cancelados, recomendaciones de no viajar a no ser que sea estrictamente necesario... La peor parte se la llevaron algunas localidades costeras como Cornualles, que está a poco más de 200 km de aquí, donde las inundaciones han dejado intransitables muchas calles e incluso han obligado a evacuar a varios vecinos de sus casas. El finde pasado estaba viendo un avance de la BBC en el lugar y en un momento dado el reportero hizo una conexión con su compañera del tiempo para saber el pronóstico para los próximos días. La muchacha, con una mueca de resignación, comentó que el pronóstico era..., más lluvias. Y yo pensé que no me gustaría trabajar como hombre del tiempo en un país como éste...
 
Que en Inglaterra no siempre hace sol y calorcito no es algo que os vaya a enseñar yo esta noche. Los mismos ingleses se quejan del tiempo casi a diario, creo que en parte como forma de romper el hielo en las conversaciones. La verdad, con tanto que había oído, a mí hasta se me está haciendo llevadero después de unos meses. En Bristol tenemos viento y lluvia, a menudo en perfecta combinación. A mí eso me parece bastante soportable. Lo de la lluvia era algo que tenía asumido, y tiene su lado positivo para mí: me espera una primavera sin grandes problemas de alergia. Si me dan a elegir prefiero ver más el sol y pasarme los tres meses estornudando, claro, pero no hay mal que por bien no venga. En cuanto a las temperaturas, estamos teniendo entre 5 y 10 grados durante el día, lo cual viene a ser un invierno suave a mi juicio. Paula, mi nueva compañera de piso, no está totalmente de acuerdo. Paula lleva unos meses en Bristol aprendiendo inglés para obtener un certificado de idioma y luego buscar trabajo como dentista. Hoy ha vuelto de visitar a su familia en Gran Canaria y me la he cruzado por la calle con sus dos amigas sevillanas, las tres pertrechadas con guantes, bufanda y capucha de forro polar. Es bueno encontrarse con paisanos por aquí, siempre veo en ellos cosas que me recuerdan a mi familia y amigos. Hace poco organizaron una cena española en casa que dio lugar a que Richard y yo no tuviéramos que cocinar nada durante dos días.
 
Así que lo del frío es relativo, pero lo de la lluvia es algo palpable, al menos en esta ciudad. En el día a día, la mayoría de ingleses ni siquiera llevan paraguas, sino un abrigo impermeable con capucha. Yo hace tiempo que adopté esa costumbre, después de que el viento destrozara mi paraguas plegable recién comprado en un tiempo récord. Y como compensación, siempre queda tomarse unas vacaciones en algún rincón del mundo con un clima más benigno. Eso fue lo que debió pensar Olivia, mi otra compañera de piso, que ha decidido pasar la Semana Santa en Australia. A primera vista, me pareció que Olivia sería perfecta para una película de terror dirigida a estudiantes de inglés: habla despiadadamente rápido, con un fuerte acento y va a casi todos sitios con prisa y con aspecto de haber dormido mal la noche anterior. No pasa mucho tiempo en casa, así que la primera conversación larga con ella la tuve en un pub el viernes pasado, donde nos explicó que últimamente las cosas no le han ido demasiado bien. Sin embargo, hoy me ha alegrado verla radiante mientras nos explicaba, algo nerviosa, que en un par de meses va a volar sola por primera vez, y nada menos que al otro extremo del planeta. A Richard se le ponían los dientes largos, y yo sonreía pensando que para entonces también estaré de vacaciones en otro rincón soleado del que me acuerdo todos los días...
 
 

domingo, 2 de febrero de 2014

Richard

Sábado por la noche en casa, ¿qué me está pasando? Lleva todo el fin de semana lloviendo a cántaros (o como dicen los ingleses, lloviendo gatos y perros) y en el salón de mi nueva casa se está cómodo y calentito. También ayuda el haber estado casi toda la semana de viaje y levantándome entre las 4:30 y las 6 de la mañana. Y tenía ganas de añadir otra entrada, así que me he traído el portátil al salón donde Richard está viendo la tele. Richard me había invitado a salir con sus amigos esta noche, pero le he contagiado mi pereza y ahora está plácidamente ocupando un sofá con sus casi dos metros de estatura. Es lo más parecido que tengo a un amigo inglés después de vivir casi cinco meses en Inglaterra, así que os voy a hablar un poco más de él hoy...
 
Richard tiene un año más que yo y trabaja como ingeniero en Bath, adonde va todos los días en su moto, a menudo desafiando las condiciones meteorológicas de lluvia, viento y frío (aunque frío no nos ha hecho mucho por ahora). Eso es algo muy inglés, como también lo es engullir cada día un sándwich insulso a mediodía. Él, sin embargo, lo compensa con cenas copiosas y bastante elaboradas. Tiene que alimentarse bien, ya que va al gimnasio varias veces a la semana y está siguiendo un programa especial para tratar de ganar masa muscular y poder apuntarse a un equipo de rugby dentro de unos meses, una de sus pasiones. Yo también he aprovechado mi nueva localización para apuntarme al gimnasio, así que un tema del que Richard y yo hablamos a menudo son las agujetas, que en su caso son debidas a grandes esfuerzos y en el mío a una especie de alergia corporal a las pesas por ligeras que sean...
 
Richard tiene abandonada en su habitación una guitarra eléctrica imitación de la de James Hetfield, cantante de Metallica. Cuando la descubrí por casualidad acabamos hablando y descubriendo que tenemos gustos musicales parecidos. Me la prestó de buena gana, y yo la he cuidado bien hasta devolvérsela ayer después de haberme comprado una guitarra acústica de segunda mano que suena espectacular. Ahora dice que le han entrado ganas de volver a tocar, supongo que en eso comparto la culpa con su novia Sofía, que estaba delante durante el préstamo temporal y le animó a retomar la música. Sofía es griega y viene a veces los fines de semana. Sus visitas son agradables, ya que es una chica inteligente y sensata con la que da gusto conversar.
 
Otra cosa que tenemos en común Richard y yo es que nos encanta ver deportes por la tele. El pasado finde estábamos muy pendientes del Open de Australia de tenis, y hoy hemos estado entretenidos con el comienzo del torneo Seis Naciones de rugby. Este deporte es completamente nuevo para mí, así que Richard me ha explicado pacientemente varias reglas mientras comíamos viendo el Gales-Italia. Ha sido un buen calentamiento, ya que después jugaba Francia contra Inglaterra, y en el pub nos esperaba Lisa, nuestra ya ex-compañera de piso. Lisa es francesa, y ha necesitado apenas unos minutos para enemistarse con todo el pub, lleno de ingleses cantando el himno a pleno pulmón, tras celebrar valientemente el primer ensayo de Francia, que se ponía 5-0 en el marcador. Teníamos una despedida de soltero muy cerca nuestro a la que no paraban de llegar pintas de cerveza rubia y negra, así que el ambiente ha sido interesante. Los ingleses, muy comedidos al principio, poco a poco se iban sintiendo eufóricos conforme Inglaterra remontaba y la cerveza se abría paso hacia el estómago. En un momento dado estaban cantando góspel, mientras Richard, que volvía a saborear la cerveza después de adoptar la aquí popular costumbre del "enero seco", me miraba divertido. Finalmente Francia ha ganado por dos puntos, pero Richard estaba contento porque habíamos visto un buen partido. Los chicos de la despedida también, porque seguían llegando cervezas a la mesa y, a falta de victorias deportivas, había en la sala una francesa bonita y aguerrida a la que adular...