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viernes, 28 de noviembre de 2014

Trabajando entre ingleses

Trabajar rodeado de ingleses tiene cosas buenas y todo. Una de ellas, que seguro que os va a dejar muy sorprendidos, es que el inglés va mejorando (!). Me viene a la cabeza un congreso al que asistí en 2012 en el sur de Francia, y en el que el idioma oficial era, como en casi cualquier reunión científica internacional, el inglés. Después de presentar allí mi trabajo, un profesor de Cambridge me hizo una pregunta que ni siquiera comprendí por mis limitaciones de idioma, y me quedé allí plantado balbuceando una respuesta de compromiso mientras él me traspasaba con su mirada fría y me dedicaba una mueca de desprecio. Por caprichos de la vida, tuve que llamar a este mismo profesor hace unos meses, y me llevé una grata sorpresa al comprobar que ahora sí soy capaz de entenderle. Más aún, este verano he asistido a dos congresos de habla inglesa y, por primera vez, no he tenido ningún problema para expresarme ni para entender al resto de asistentes.  ¿Se acabaron las peripecias con el inglés? No tan deprisa. Porque el proyecto en el que ahora estoy empleado - y a ratos esclavizado - involucra a varios equipos de Bristol y Londres, lo cual implica celebrar teleconferencias con cierta frecuencia para que todo el mundo pueda participar en la toma de decisiones. Ayer tuvimos una en la que había participantes en cinco ubicaciones distintas, cada una de ellas con un volumen y un ruido de fondo diferentes. El resto de participantes, todos angloparlantes, se interrumpían a menudo con un "perdone, ¿puede repetir lo último que ha dicho?", mientras yo trataba de pasar desapercibido hasta que alguien preguntó "Jose, ¿estás ahí?" Y al terminar, los que estábamos en mi centro necesitamos más de media hora para juntar todas las piezas del puzzle y entre todos reconstruir la conversación completa. Muy divertido.

Eso me lleva a otro aspecto, la austeridad. A alguien se le ocurrió la brillante idea de que, ya que varios de Bristol asistiremos a una conferencia en Londres una tarde de enero, ¿por qué no aprovechar para tener una reunión de proyecto cara a cara ese mismo día por la mañana? Yo pensé que una reunión cara a cara sería más placentera que una teleconferencia, pero me entraron dudas al consultar los horarios y precios de los trenes, así que hoy le he pedido ayuda a Julian, que ha recibido la pregunta con una sonrisa casi condescendiente. "Muy fácil, Jose, será más barato si salimos más temprano. Mira, este tren a las 6 de la mañana es perfecto, llegamos con tiempo para desayunar tranquilamente allí y todo". Yo he guardado un minuto de silencio en señal de duelo, mientras cavilaba que tranquilamente y tren a las 6 de la mañana nunca deberían ir en la misma frase y trataba de calcular a qué hora tendría que ponerme el despertador para llegar a tiempo de coger ese tren maldito. "A no ser que quieras evitar mi compañía y pagar el doble para salir media hora más tarde". En el fondo tengo que darle las gracias a Julian; me ha dado un empujoncito para tomar una de esas decisiones que a mí me cuesta tomar por mí mismo: madrugar. Además, seguro que va a ser un trayecto muy entretenido...

Para terminar, hablemos un poco acerca del aspecto humano. Hace unos días me acerqué para hablar con uno de los porteros de mi edificio y disculparme porque aún no sabía su nombre pese a llevar aquí ya más de un año trabajando. Rob, que así se llama, me dedicó una mirada elocuente y, con una amplia sonrisa, me contestó: "no pasa nada, hay gente que lleva aquí mucho más tiempo y casi nadie sabe quién soy". Él me llamó por mi nombre, e incluso lo pronunció correctamente (eso no pasa con mucha frecuencia aquí), con lo cual pasó automáticamente a la lista de gente que me cae bien en mi centro de trabajo. He investigado un poco, y ahora sé que Rob revisa a menudo el aparcamiento para bicis y, cuando encuentra alguna sin candado, la lleva a un lugar seguro hasta que aparezca su dueño. Él sí sabe cómo nos llamamos todos, así que también suele encargarse de entregar los paquetes que llegan a la recepción a sus destinatarios. Llegó uno para mí este martes. Resulta que estaba yo buscando un regalo original para el 43º cumpleaños de mi amiga más antigua en Bristol, y pensé en un producto que difícilmente podría encontrar en una tienda de aquí. Así que recurrí a Amazon, con la esperanza de que el embalaje fuese lo más discreto posible, ya que la única dirección que podía dar para que alguien pudiese recoger el paquete era la del trabajo. Pero no, no fue el caso, ya que la caja que llegó con mi nombre en una pegatina tenía unas medidas sospechosas, y para despejar cualquier duda había otra pegatina que decía "Alcoholic beverages". Menos mal que ese paquete también lo trajo Rob, con su sonrisa cálida y una mueca como de despiste. Gracias a su indulgencia, Kristina y el resto de encantadores invitados a su cena de cumpleaños pudieron degustar uno de los sabores típicos de mi tierra.





















lunes, 10 de noviembre de 2014

Recapitulando

Hoy quiero poneros un poco al día acerca de varios personajes ya presentados en este blog. Uno de ellos es Claire, compañera de trabajo y que hace poco se mudó a vivir a Sea Mills, muy cerca de Kristina (y más cerca aún del colegio de Alex). Claire se ha portado muy bien conmigo desde que llegué aquí, así que decidí ofrecerme para ayudarla con la mudanza. Y así fue como conocí a sus perros, dos encantadores e infatigables spaniels (la foto no les hace justicia). Claire es una gran amante de los animales, hasta el punto de que se irá en unos días a México para llevar provisiones y equipamiento nuevo a un grupo de caballos que encontró en condiciones muy precarias durante su viaje del año pasado. Va a pasar casi tres semanas fuera de casa, así que ha intentado reclutar a todos los voluntarios posibles para que sus adoradas mascotas tengan quien las alimente, pasee y acaricie todos los días. A mí no tuvo que insistirme mucho, y esta tarde he aprovechado el buen tiempo, que últimamente ha escaseado, para pasearlos juntos y recibir algunos últimos consejos. Kristina, que es otra de las voluntarias, también nos ha acompañado, y ha terminado tan cansada que dice que va a necesitar un ayudante para poder controlar a los dos a la vez. Y Alex asegura que él puede ese ayudante, aunque lo cierto es que hoy eran más bien los perros los que lo paseaban a él...
 
En cuanto a Alexandro, mi amigo mexicano, volvemos a ser compañeros de coro. Este año decidí probar algo distinto y me apunté a un coro de estilo barbershop. En mi nuevo coro solamente cantamos música moderna a capella. Alexandro, que se quedó muy triste después de perderse el concierto con orquesta del curso pasado, no parecía muy entusiasmado con el plan. Afortunadamente para mí, tenía ganas de cantar y poca motivación para buscarse otro coro por su cuenta, así que finalmente conseguí convencerlo y ahora solamente falta que empiece a venirse con nosotros al pub después de los ensayos o, como el próximo martes, a jugar a los bolos. Tenemos nuestro primer concierto el 9 de diciembre, y todavía mucho trabajo por delante para que salga bien. Poco a poco.
 
Precisamente un día después, 10 de diciembre, tengo entradas para otro concierto con Richard, mi compañero de piso. El grupo al que vamos a ver se llama Machine Head - que como su propio nombre indica no son precisamente monjes benedictinos -, así que va a ser un cambio de estilo algo brusco. Pero me he pasado mi adolescencia escuchando esta música, y me gusta volver a los orígenes de vez en cuando. Y también me gusta salir con Rich, con el que me cuesta coincidir porque los dos hemos viajado bastante últimamente. Pero es bueno tenerlo en casa, igual que a mi compañera de piso Christina, que entró en agosto reemplazando a Olivia. (No la confundáis con Cristina, mi hermana mayor que ha venido un par de veces a visitarme con mi cuñado Pedro). Christina es la menor de todos y se quedó con la habitación más pequeña, pero se las ha arreglado para conquistar espacios comunes que nadie utilizaba y rincones muertos de la cocina donde ha ubicado algunos aparatos que yo no había visto jamás. Christina es una artista del café; no en vano trabaja en una de las mejores (y más caras) cadenas de cafeterías de por aquí, y además ha ganado varios premios en las competiciones de su empresa (¿!). También es una gran repostera, y siempre cuenta con nosotros cuando hornea sus dulces preferidos. Y además, está instaurando la costumbre de ver series y películas en el salón de vez en cuando. Así que Rich y yo, que fuimos los que la recibimos cuando vino a ver el piso junto con otras candidatas, estamos muy contentos con nuestra elección.

Y cambiando de persona sin cambiar de nombre, está Kristina, mi primera casera y amiga en esta ciudad. Kristina mantiene su vitalidad y optimismo naturales, así que sigue buscando nuevos desafíos. Para mí ya supondría un gran desafío la crianza de Alex, que este Halloween quería ir por las puertas a pedir dulces o hacer alguna diablura si no se los daban (truco o trato) a pesar de que solo tiene 5 años. Pero ella parece irreductible, y después del verano dejó su trabajo en la universidad para ocupar la plaza que ha conseguido como psicóloga clínica (algo así como el programa PIR en España). Kristina es la persona que más me ha escuchado quejarme en los momentos difíciles que he tenido por aquí, y siempre ha encontrado las palabras para reconfortarme, así que no me cuesta imaginarla convertida en una gran profesional en su nueva vocación. Ahora siempre que la veo tengo cosas buenas que contarle, y ella se alegra sinceramente de verme disfrutar de esta experiencia. Y sí, los dos sabemos que en Reino Unido no se come tan bien, ni se disfrutan tantos días de sol, ni se hacen amigos tan fácilmente como en otras partes del mundo. Pero yo no vine aquí para eso...