
Hoy quiero poneros un poco al día acerca de varios personajes ya presentados en este blog. Uno de ellos es Claire, compañera de trabajo y que hace poco se mudó a vivir a Sea Mills, muy cerca de Kristina (y más cerca aún del colegio de Alex). Claire se ha portado muy bien conmigo desde que llegué aquí, así que decidí ofrecerme para ayudarla con la mudanza. Y así fue como conocí a sus perros, dos encantadores e infatigables spaniels (la foto no les hace justicia). Claire es una gran amante de los animales, hasta el punto de que se irá en unos días a México para llevar provisiones y equipamiento nuevo a un grupo de caballos que encontró en condiciones muy precarias durante su viaje del año pasado. Va a pasar casi tres semanas fuera de casa, así que ha intentado reclutar a todos los voluntarios posibles para que sus adoradas mascotas tengan quien las alimente, pasee y acaricie todos los días. A mí no tuvo que insistirme mucho, y esta tarde he aprovechado el buen tiempo, que últimamente ha escaseado, para pasearlos juntos y recibir algunos últimos consejos. Kristina, que es otra de las voluntarias, también nos ha acompañado, y ha terminado tan cansada que dice que va a necesitar un ayudante para poder controlar a los dos a la vez. Y Alex asegura que él puede ese ayudante, aunque lo cierto es que hoy eran más bien los perros los que lo paseaban a él...
En cuanto a Alexandro, mi amigo mexicano, volvemos a ser compañeros de coro. Este año decidí probar algo distinto y me apunté a un coro de estilo barbershop. En mi nuevo coro solamente cantamos música moderna a capella. Alexandro, que se quedó muy triste después de perderse el concierto con orquesta del curso pasado, no parecía muy entusiasmado con el plan. Afortunadamente para mí, tenía ganas de cantar y poca motivación para buscarse otro coro por su cuenta, así que finalmente conseguí convencerlo y ahora solamente falta que empiece a venirse con nosotros al pub después de los ensayos o, como el próximo martes, a jugar a los bolos. Tenemos nuestro primer concierto el 9 de diciembre, y todavía mucho trabajo por delante para que salga bien. Poco a poco.
Precisamente un día después, 10 de diciembre, tengo entradas para otro concierto con Richard, mi compañero de piso. El grupo al que vamos a ver se llama Machine Head - que como su propio nombre indica no son precisamente monjes benedictinos -, así que va a ser un cambio de estilo algo brusco. Pero me he pasado mi adolescencia escuchando esta música, y me gusta volver a los orígenes de vez en cuando. Y también me gusta salir con Rich, con el que me cuesta coincidir porque los dos hemos viajado bastante últimamente. Pero es bueno tenerlo en casa, igual que a mi compañera de piso Christina, que entró en agosto reemplazando a Olivia. (No la confundáis con Cristina, mi hermana mayor que ha venido un par de veces a visitarme con mi cuñado Pedro). Christina es la menor de todos y se quedó con la habitación más pequeña, pero se las ha arreglado para conquistar espacios comunes que nadie utilizaba y rincones muertos de la cocina donde ha ubicado algunos aparatos que yo no había visto jamás. Christina es una artista del café; no en vano trabaja en una de las mejores (y más caras) cadenas de cafeterías de por aquí, y además ha ganado varios premios en las competiciones de su empresa (¿!). También es una gran repostera, y siempre cuenta con nosotros cuando hornea sus dulces preferidos. Y además, está instaurando la costumbre de ver series y películas en el salón de vez en cuando. Así que Rich y yo, que fuimos los que la recibimos cuando vino a ver el piso junto con otras candidatas, estamos muy contentos con nuestra elección.

Y cambiando de persona sin cambiar de nombre, está Kristina, mi primera casera y amiga en esta ciudad. Kristina mantiene su vitalidad y optimismo naturales, así que sigue buscando nuevos desafíos. Para mí ya supondría un gran desafío la crianza de Alex, que este Halloween quería ir por las puertas a pedir dulces o hacer alguna diablura si no se los daban (truco o trato) a pesar de que solo tiene 5 años. Pero ella parece irreductible, y después del verano dejó su trabajo en la universidad para ocupar la plaza que ha conseguido como psicóloga clínica (algo así como el programa PIR en España). Kristina es la persona que más me ha escuchado quejarme en los momentos difíciles que he tenido por aquí, y siempre ha encontrado las palabras para reconfortarme, así que no me cuesta imaginarla convertida en una gran profesional en su nueva vocación. Ahora siempre que la veo tengo cosas buenas que contarle, y ella se alegra sinceramente de verme disfrutar de esta experiencia. Y sí, los dos sabemos que en Reino Unido no se come tan bien, ni se disfrutan tantos días de sol, ni se hacen amigos tan fácilmente como en otras partes del mundo. Pero yo no vine aquí para eso...
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