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lunes, 28 de octubre de 2013

Una de clásicos

Después de la que hasta el momento ha sido mi mejor semana en el trabajo - o la primera sin demasiadas complicaciones, que viene a ser algo parecido - llegaba el finde, y con él un plan curioso. Resulta que Martyn, un amigo de Kristina, me había invitado a salir de pubs el sábado por la tarde. Mi casera, que es muy madrera, dio su aprobación, diciendo que me vendría bien conocer más sitios en el centro y que Martyn cuidaría de mí. Y yo, que aún no sabía con quién ver el Clásico y tenía el cuerpo con ganas de anécdotas, acepté sin dudarlo.
 
Así que el sábado, a eso de las 16:30, me encontré con Martyn en Gloucester Road, una calle famosa por sus pubs. En uno de ellos nos esperaba, pinta en ristre, un grandullón con la cabeza rapada que me llamó la atención nada más entrar por la puerta. "Este es Rob, que parece un tipo terrorífico, pero no es para tanto" dijo Martyn a modo de presentación, mientras Rob estrujaba mi mano mirándome fijamente y con semblante serio. Mientras a mí se me pasaba el susto, Martyn le contó que yo era español y que a lo mejor podríamos buscar un sitio donde ver el Clásico. Deduje que Martyn no era muy futbolero cuando le oí sorprenderse de que Messi aún siguiera en activo, lo cual le valió otra mirada penetrante de Rob, fiel seguidor del Blackburn Rovers. Luego se volvió hacia mí, me demostró que también sabía sonreír, y empezó a hablarme del Blackburn de los 90 y de Alan Shearer, al que yo recordaba vagamente por un juego de la Mega Drive. Con eso y con decirle que era del Madrid me gané un amigo y una pinta de Leffe, y al poco estábamos mano a mano viendo en su móvil el resumen de un partido de esa época, un ManU - Blackburn donde ya entrenaba Alex Ferguson. "Happy days", decía Rob suspirando...
 
Cuando cambiamos de bar, el partido había empezado ya y el sitio al que entramos estaba lleno. Oía voces de españoles por todas partes, pero trataba de concentrarme en lo que estaba contándome Rob. Para ponerlo más difícil, estaba en la zona de paso y constantemente me tocaban la espalda para que me apartase. Al rato Rob había vuelto de pedirse otra cerveza y era él quien estaba en la zona de paso, y entonces observé divertido cómo la gente dudaba mucho más antes de tocarle la espalda para que se apartase. A Martyn no le interesaba el partido, así que hablaba con las camareras, o con cualquier chica que pasara cerca suyo, y si le parecía cercana a mi edad intentaba presentármela con cualquier excusa poco convincente, seguramente porque así es como él entendía que había que cuidar de mí. En el descanso, el resultado no era el que queríamos y la señal inglesa mostraba a Gaizka Mendieta junto a los comentaristas británicos. Así se lo hice saber a Rob, que me contestó serio y mirándome fijamente que aquel era Michel Salgado, al que él recordaba porque también jugó un tiempo en el Blackburn. Acababa de ver el nombre de Mendieta superpuesto en la pantalla, pero preferí no llevarle la contraria a Rob. Supongo que vosotros en mi situación habríais hecho lo mismo, ¿o no?

viernes, 18 de octubre de 2013

Trámites

¿Cómo funciona la burocracia en el Reino Unido? Después de casi seis semanas aquí, creo que por fin he terminado con los trámites básicos. Ha costado, y eso que empecé ya en agosto, gracias a la excelente página de otro español, Ricardo, que recomiendo encarecidamente a cualquiera que esté planeando pasar un tiempo aquí (www.diariodeunlondinense.com). En esta web, por ejemplo, aprendí cómo solicitar una tarjeta SIM británica y que me llegara a Murcia sin coste alguno. El resto ya lo tuve que hacer aquí, claro, y de eso es de lo que voy a hablaros hoy...
 
Un trámite básico aquí es la solicitud del National Insurance Number (NINo), que a mí me hacía falta para cumplimentar mi alta como trabajador en el sistema británico. Yo esto lo tenía claro, pero un despiste de los míos me hizo llegar casi 15 minutos tarde a mi cita con la administración. El premio fue una mirada sulfúrica de la funcionaria que me iba a atender, o más bien a mandar a casa hasta la próxima oportunidad. Afortunadamente, su compañera de despacho estaba de buenas, y aceptó sonriente mis jadeantes disculpas mientras me sentaba. El papeleo duró casi media hora, aunque mi benefactora me repetía que el mío era un caso muy sencillo y que todo estaba perfectamente en regla. Le sorprendió que viniese con un contrato, y me habló de los muchos españoles que llegaban a su mesa sin trabajo (luego me crucé con un recepcionista español en la propia oficina, y pensé que probablemente no sería una casualidad). Como yo le daba conversación, me contó que lo que menos le gustaba era que tratasen de engañarla, como cuando un día llegó un matrimonio altamente sospechoso, hasta el punto de que ninguno de los dos era capaz de recordar el día de su aniversario. "Pero también hay casos divertidos a veces", me aclaró, y entonces me contó que, mientras entrevistaba a otra pareja un día, el marido declaró haber estado casado dos veces anteriormente, con la comprensible furia de su actual esposa que se estaba enterando del pastel en ese preciso instante...
 
Lo que más se ha hecho esperar por ahora ha sido la apertura de una cuenta bancaria. El primer paso consistió en una entrevista, previamente concertada, donde la duración y el grado de intimidad de las preguntas superaron a las del párrafo anterior. Mientras yo contestaba sorprendido a cuestiones como mi gasto alimenticio por semana o los detalles de mi trayecto de casa al trabajo cada día, el manager de la sucursal tecleaba mirando inexpresivo a un monitor que desde mi posición era totalmente opaco. Al terminar, me explicó que todavía les llevaría varias semanas comprobar mis datos bancarios en España, y que sólo entonces me podrían ofrecer una cuenta que incluyese una tarjeta de débito. Desde esa entrevista hasta que finalmente he recibido la tarjeta en casa ha transcurrido exactamente un mes. La espera ha sido larga, pero ahora por fin puedo realizar compras en libras sin sufrir las abusivas comisiones que me imponía mi banco español.
 
Finalmente, y ya que tengo intención de quedarme en Sea Mills una temporada, me he inscrito en el centro de salud del barrio. Para ello simplemente tuve que rellenar un formulario, y en él me impactó la pregunta "¿con qué frecuencia toma 8 o más bebidas en una sola noche?" Ante mi insistencia, la recepcionista me aclaró que se referían a cubatas, cócteles o pintas de cerveza (una pinta británica son 0,57 litros), antes de asegurarme divertida que hay ingleses que sobrepasan ese límite cada fin de semana. ¡Ah! Lo olvidaba, también me he inscrito en el censo de votantes, para poder votar en las elecciones europeas. Al menos, mientras los británicos decidan seguir formando parte de la Unión Europea...

lunes, 14 de octubre de 2013

Ciencia y alcohol

Aunque sigo echando un vistazo a los periódicos españoles cada noche (y eso incluye la crónica de Relaño en As, que no todo va a ser culturizarse), también estoy empezando a darles una oportunidad a los medios británicos. La BBC parece el más asequible, ya que está orientada hacia el exterior e incluye noticias internacionales en su portada. aunque para encontrar noticias curiosas es mejor bucear un poco en los otros. Una de esas noticias, que viene al hilo de la entrada anterior (no hablo por mí, claro), la tenéis en el siguiente link:
 
 
 Aunque en el texto no se cita el artículo de referencia, la idea parece ser la siguiente: emborracharon a 57 chinos, y después a cada uno le dieron una bebida distinta y observaron la duración e intensidad de los síntomas de la resaca. Al margen de las posibles limitaciones metodológicas del estudio, el concepto me pareció una genialidad. Por cierto, los que mejor lo llevaron al día siguiente fueron los que tomaron bebidas con burbujas, y en concreto Sprite. Así que nada, la próxima vez que vaya al Sainsbury's, me traeré una botellita por prevenir, no vaya a ser que siga haciendo amigos escoceses durante el fin de semana...

martes, 8 de octubre de 2013

El nudo Windsor al estilo escocés

Hoy os voy a contar la que quizá haya sido la noche más curiosa desde que estoy aquí. Hace algunos días, a mediados de semana, Kristina me habló de una amiga suya que cumplía 40 años y quería celebrarlo el sábado con una fiesta de disfraces, a la cual estaba invitado. Yo acepté, intuyendo que la mayoría de los asistentes serían británicos mucho mayores que yo y que irían más arreglados de lo que yo acostumbro. Para equilibrar un poco las cosas, el sábado por la mañana salí a explorar un pueblo cercano, y de paso compré traje y corbata de segunda mano por 20€ en una Charity Shop, que son un invento maravilloso de esta zona...

Bueno, pues algo antes de las 8 llegamos al bar, yo con mi traje y Kristina con un disfraz difícil de definir, y comenzamos a saludar a la gente. En realidad había dos cumpleaños a la vez, y era fácil reconocer a las cumpleañeras porque se habían vestido como si no quisieran que nadie las mirase a la cara esa noche. Las dos rondaban los 40, y el resto de la gente eran en general de esa edad o incluso mayores. La fiesta era en el piso superior, mientras que la planta baja del bar había un concierto con 3 grupos realmente ruidosos de chavales veinteañeros.

Kristina me presentó a las anfitrionas nada más llegar, y aprovechó para invitarnos a los tres a la primera pinta de cerveza (aquí la costumbre es que los invitados paguen las copas del cumpleañero/a). Cerca de mí había un grupo de hombres trajeados que me aceptaron en la conversación, y acabé hablando de fútbol con un aficionado del Tottenham que estaba bastante contento con el negocio de Bale, y que se marchó de repente. No me habían presentado a mucha gente más, de modo que decidí apurar mi cerveza e invitar a la siguiente ronda a Kristina. La barra estaba en la planta baja, así que estuve amenizado mientras tocaban los Death Pedals (Pedales de la Muerte) y observaba divertido las caras de desagrado de alguna elegante invitada a la que el camarero no había servido aún.

La noche fue avanzando, y yo seguía cerveza en ristre conversando con alguno de los asistentes. Estuve charlando un rato con una mujer mayor (aquí mayor quiere decir que tenía un hijo mayor que yo). Era agradable y la entendía bien, pero al rato paró la música abajo - para alivio de la mayoría de los asistentes - y decidí asomarme y comprobar si había terminado ya el concierto. Mientras observaba cómo los miembros del último grupo desmontaban, dos tipos que estaban junto a mí empezaron a hablarme. Resultaron ser dos escoceses majísimos, y estuve más de una hora con ellos. En ese tiempo, alguien me trajo otra pinta de cerveza y no me quedó otro remedio que seguir bebiendo, aunque ya muy despacio. Los escoceses bebían mucho más rápido y quisieron invitarme primero a cerveza y luego a whisky, aunque yo rechacé educadamente ambas invitaciones. Sin embargo, en un momento dado el camarero trajo tres vasos de whisky, y cuando saqué la cartera en medio de mi aturdimiento, uno de los dos me dijo con una sonrisa de oreja a oreja: "amigo, cuando estás bebiendo con escoceses, el dinero es cosa nuestra". Resultaron ser dos padres de familia que llevaban mucho tiempo sin salir y estaban realmente ilusionados por que brindáramos por nuestro encuentro, Decidí ser cortés y, aunque ya estaba servido, les di una alegría apurando mi vaso de buen whisky escocés. El brindis fue solemne, de esos en los que la gente se mira a los ojos y todos beben a la vez. Luego uno de ellos reparó en que el nudo de mi corbata no era muy ortodoxo, así que le cedí la corbata agradecido y me hizo un perfecto nudo Windsor en un periquete. Lamentablemente, iba ya bastante bebido - sin pretender aparentar que yo iba como una rosa después del whiskazo a palo seco. El caso es que no midió muy bien la operación, y un rato después me di cuenta de que la corbata me llegaba hasta casi la rodilla. Ante la insistencia de una de las anfitrionas, conduje a mis nuevos amigos al piso superior, e incluso pude presentarles a varias personas. Eso sí, menos mal que no intentaron arreglarle a nadie más el nudo de la corbata...

viernes, 4 de octubre de 2013

Aprender idiomas y no morir en el intento

Este domingo salí a cenar con Gonzalo, que es otro murciano que lleva aquí algún tiempo. Me llevó a un acogedor restaurante latino y allí, envueltos por una música que hablaba el mismo idioma que nosotros, nos pusimos a compartir experiencias con este caballo de batalla que es el inglés. Después de casi tres años aquí, Gonzalo me contaba que él sigue estudiando inglés, y que cada día se esfuerza por anotar nuevas palabras y enriquecer su vocabulario. Piensa que aún tiene mucho que mejorar, aunque a mí me pareció que tiene buen oído, ya que fue el único capaz de entender todo lo que nos dijo la camarera. Así se lo reconocí, y entonces sonriendo me contó que en sus primeros meses lo pasaba francamente mal para entenderse con los nativos bristolianos, que al parecer gastan un acento importante. Cuando comenzó a trabajar en su actual empresa le esperaba una charla con el jefe en su primer día. El hombre hablaba y hablaba, mientras él asentía acurrucado en su silla y deseando fervientemente que no vinieran preguntas a continuación (probablemente todos habéis vivido ya esto alguna vez, ¿verdad?). Y sin embargo, la pregunta llegó finalmente. El jefe quería saber si Gonzalo prefería trabajar con él o con su compañero. Mi amigo, con gesto solemne y serio, contestó con un rotundo "¡No!", ante el asombro de todos los que presenciaban la escena.
Además de entender a la gente, también es importante hacerte entender, claro. A veces no encontramos la forma de decir algo, olvidamos una palabra clave, o bien pronunciamos incorrectamente provocando que el mensaje no llegue adecuadamente al receptor; es más, algunas de estas pronunciaciones incorrectas generan situaciones muy divertidas, como la que viene a continuación. Esto ocurrió en el hotel The Washington de Bristol, en el que yo me he alojado en mis dos visitas previas a esta ciudad. El protagonista, un buen amigo de la Universidad de Murcia, llegaba para asistir a un congreso, y al hacer el check-in recordó que un colega chino también había escogido ese hotel. Prometiéndoselas muy felices, se acercó a la recepcionista, pero al plantear la pregunta no utilizó guy (tipo), sino gay. Algo confuso al ver la cara de póker que le observaba al otro lado del mostrador, todavía elevó el tono de voz para preguntar ante la jocosa mirada de los demás huéspedes: "¡Pero bueno!, ¿tan difícil es encontrar un chino gay en este hotel?"
En cuanto a mí, los que leísteis el otro blog sabéis que ya le he hecho algunos destrozos a la lengua de Shakespeare..., ¡y los que me quedan! Yo creo que la aptitud es importante para el aprendizaje de idiomas, pero que si a esta edad uno llega sin ser bilingüe, entonces lo fundamental es la actitud: tomárselo con calma, aprender a reírse de uno mismo y, desde luego, esforzarse mucho. Vivir en Reino Unido es todo un lujo cuando uno pretende mejorar su nivel de inglés, así que yo trato de sacarle partido a todas las oportunidades que se me presentan en el día a día, especialmente en el trato con los nativos. A veces ni siquiera necesito despegar los labios, y mientras estoy enfrascado en alguna tarea del trabajo se forma algún corrillo en mi sala de ingleses e inglesas con ganas de hacer un descanso informal. En mi sala esto ocurre casi a diario, ya que somos muchos, y ante su cortesía yo ya les he aclarado que no me molesta en absoluto; de hecho, tengo la sensación de que esos corrillos me están ablandando poco a poco el oído, y acostumbrándolo a los acentos de la gente de mi entorno laboral. Así que seguiré disfrutando de estos "marujeos productivos", a ver hasta dónde me llevan...