Seguidores

jueves, 19 de diciembre de 2013

Navidades en familia

La Navidad nunca ha sido mi época favorita del año, pero esta vez la estoy esperando con ganas. Muchas. Después de un trimestre trabajando a tope y sin un solo día festivo, el cuerpo me pide vacaciones. En ese tiempo no he hecho muchos amigos (¿seré yo? ¿Serán los ingleses? Ya hablaremos de esto otro día), así que espero con ilusión el reencuentro con mi gente. Como yo, casi todos en mi centro de trabajo tienen previsto volver a sus ciudades de origen para pasar la Navidad, y los que vienen de muy lejos y no se lo pueden permitir no logran disimular su tristeza. Yo estoy en el grupo de los afortunados, y más aún dado que hace unos días tuve como aperitivo familiar una visita muy especial: la de mi hermana Cristina y mi cuñado Pedro.
 
Aunque Pedro ya había estado antes en Bristol, para Cristina era la primera vez, de modo que nada más encontrarme con ellos hicimos la visita obligada en esta ciudad: el puente colgante de Brunel. Luego fuimos a cenar a mi casa en Sea Mills, donde Cristina y Kristina pudieron por fin conocerse y charlar un buen rato. También estaba correteando por allí Alex, ese pequeño hooligan con el que vivo, y que rápidamente le aclaró a mi hermana que la línea de celo sobre la alfombra del salón marca la frontera entre los juguetes LEGO y el mundo de los adultos (en realidad, ella me lo había preguntado antes a mí, pero yo no tenía la menor idea al respecto). Pedro puso al corriente a mi casera del grupo en el que había caído Alemania en el Mundial, y que luego sus amigos desde tierras germanas calificarían como "bah, fácil" (Alemania tiene a Portugal, Estados Unidos y Ghana como compañeros de viaje rumbo a los octavos de final, y todos ellos pasaron la fase de grupos hace 4 años). Y luego nos sentamos a cenar, yo con una sonrisa de oreja a oreja por tener a tan distinguidos invitados..., y porque el primer plato eran pasteles de carne!
Creo que a los dos les sorprendieron algunas cosas de la vida por aquí. No terminaron de entender eso de que los trenes lleguen tarde (o que lleguen muy tarde, o que ni siquiera lleguen) en el país de la puntualidad. También les impactó la poca iluminación de las calles, algo a lo que yo ya me he ido acostumbrando. Como a la lluvia, que nos acompañó durante buena parte del sábado mientras visitábamos Bath, con sus baños romanos y su mercado navideño atestado de gente. Mi hermana, que ya venía algo renqueante de salud, lo llevó algo peor, así que por la noche acabamos de nuevo en mi casa a las afueras, con mi casera gratamente sorprendida por nuestro cambio de planes y ejerciendo de madre con mi hermana. De modo que ya puede decirse que Cristina y yo compartimos madre biológica y madre de acogida, porque eso es lo que ha sido Kristina para mí durante estos meses. Y entre los recursos de mi casera y un generoso reposo, al día siguiente los cuerpos estaban listos para subir y bajar unas cuantas cuestas por la ciudad, esta vez bajo un sol radiante.

 

2 comentarios:

  1. Descanse en paz un mito, la puntualidad britanica no existe (al menos para el transporte publico jeje) Me lo pase muy bien bristoleando, ya estoy mirando vuelos para volver a MODO IRONICO ON: esa ciudad llana sin apenas cuestas, sin lluvia y con tantas horas de luz que se te pasa el dia volando jaja MODO IRONICO OFF pero bonita ciudad para pasear y sentirte como en casa, porque los españoles tenemos un gen especial que se nos distingue a distancia y lo pudimos comprobar.
    Cuñao que mañana ya estas aqui, un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Di que sí, cuñao, otro abrazo y nos vemos pronto (de nuevo, jeje)!

    ResponderEliminar