
Una fuente constante de noticias y novedades, algunas interesantes, son las mailing lists de la facultad. En la lista genérica, a la que pertenecemos los más de 400 trabajadores de este centro, se publican anuncios de toda índole. Casi todos los días leo correos de gente pidiendo referencias acerca de otros gremios (fontaneros, ópticos, dentistas, tasadores inmobiliarios...) y recomendando a (o previniendo contra) ciertos profesionales. También son frecuentes campañas de caridad como la de mi amiga Claire, destinada a unos caballos en estado de salud preocupante en Méjico, o la de una mujer que estaba reclutando gente para dormir a la intemperie esta noche como muestra de apoyo a los sin techo (y estos días han bajado algo las temperaturas). Gracias a esta lista yo encontré alojamiento temporal y tuve la suerte de conocer a Kristina, compré una guitarra casi nueva hace unas semanas y, hoy mismo, he ido a un concierto de jazz gratuito que me ha dejado con la boca abierta. A veces hay mensajes menos interesantes, como avisos de averías o sencillamente alguien que ha perdido su taza del té. Y de vez en cuando escribe un compañero griego al que George y yo tenemos ganas de conocer en persona para echar unas risas. Seguro que es buen chaval. Supimos de su existencia un día en que alguien estaba pidiendo sugerencias originales para titular un artículo que sería enviado a una importante revista científica, y él propuso un diminutivo que en realidad se utiliza aquí de manera coloquial como insulto racista. Al día siguiente, el mismo muchacho escribió un alarmante mensaje anunciando que había olvidado su memoria USB en la ducha y que necesitaba recuperarla urgentemente, ya que contenía información "altamente confidencial".

- "Bienvenido a los sistemas de vigilancia universal - me decía un tal Eamonn desde Noruega. Avíseme si está interesado en conocer más detalles acerca de este asunto. ¡Yo ciertamente lo estoy!"
Sin saber muy bien la impresión que se estaba formando de mí aquel nórdico, me apresuré a pedir que verifiquen que el nombre coincide exactamente con mi nombre completo, y que de ser así pasaríamos a comprobar el número de pasaporte (aunque Eamonn no tiene por qué saberlo, viví 3 meses en Tennessee, y a estas alturas me empezaban a pasar ideas algo paranoicas por la cabeza). Pero hoy tenía un mensaje conciliador de Eamonn, quien me pedía paciencia mientras el asunto se aclaraba e incluso compartía conmigo la historia de un senador estadounidense que no pudo subir a un avión por un asunto similar poco después del 11-S, y también la de un amigo suyo que vivió en Italia y tuvo la mala suerte de compartir nombre y apellidos con un capo de la mafia, lo cual le reportó un despertar más agitado de la cuenta cuando la policía creyó haber localizado a "su hombre". Me ha parecido majo este Eamonn, así que le he contado la historia del día que fui a poner una denuncia en Murcia y casi acabo arrestado porque mi nombre coincidía exactamente con el de un maleante del Puerto de Santa María. Y he terminado diciéndole que no sé lo común que será su nombre en Noruega, pero que probablemente en España y en Reino Unido él estaría totalmente a salvo...