¡Seguimos de estreno! Todavía estoy aterrizando por aquí, así que las novedades se suceden cada día. Y como hay vida más allá del trabajo, también he salido a explorar un poco los fines de semana, y a ver qué tal se divierten estos bristolianos. El primer finde, además, tuve la suerte de contar con la inesperada visita de un gran amigo. Hace días que tenía ganas de dedicarle una entrada, así que vamos allá...
Álex fue el primero de mis añorados murcianos que se animó a venir y pasar unos días con nosotros saboreando las peculiaridades de la cultura británica. El cielo se esmeró en proporcionarle una estampa típica de la ciudad, ya que llovió de jueves a lunes, y a veces torrencialmente. Su primer sobresalto lo tuvo al cruzar la frontera del Reino Unido en el aeropuerto, al ver a todos los ingleses que estaban en la cola pertrechados con su pasaporte, mientras que él sólo llevaba encima el DNI. (Unos días más tarde me han contado que los británicos, muy suyos ellos, ni siquiera tienen DNI). Pero finalmente pasó, y llegó a la estación de autobuses en la que Pedro y yo le esperábamos. Pedro es otro amigo de Murcia que lleva aquí ya varios meses, así que él fue el encargado de mostrarle a Álex (a los dos, de paso) una buena selección de rincones locales con encanto. Esa misma tarde nos tomamos nuestras primeras pintas de cerveza juntos, y al día siguiente compartimos un lunch sabroso, barato y nada saludable en el Fish & Chips que hay frente a mi trabajo.
El finde lo pasamos los tres en casa de Pedro, que vive con una madre y su hija de 6 preciosos añitos. Casualmente, la niña celebraba su cumpleaños el sábado, así que la madre le organizó una fiesta de lujo en el parque y, por si la lluvia aparecía sin haber sido invitada, decidió tomar la precaución de encargar al padre que montase una pequeña carpa por la mañana. La tarea era bastante compleja para una sola persona y él desistió rápidamente, dejando las piezas sueltas abandonadas sobre el césped y proporcionándonos sin saberlo nuestro plan de sábado por la mañana. Cuando salimos de la casa, la fiesta estaba al completo y nosotros estábamos contentos por haber puesto nuestro granito de arena. Por eso, me acerqué al padre con una amplia e inocente sonrisa y le pedí que nos echara una foto junto a la estupenda carpa que habíamos montado. Álex me insiste en que el hombre no puso muy buena cara al oír aquello, y lo cierto es que las imágenes le dan la razón (esta foto la echó Pedro a continuación).

Después de una cerveza disfrutando de la tarde soleada junto al río Avon y una hamburguesa viendo La Liga en uno de los espectaculares pubs que hay por aquí, llegó mi primer sábado por la noche por aquí. Para entonces ya éramos 4 los murcianos que, después de tomar unas copas en cada de Pedro, salimos a otear el panorama. Mientras caminábamos por una calle de casas lujosas, nos llamó la atención ver que en una de ellas habían montado una fiesta. Nos asomamos por curiosidad desde la acera y vimos el jardín del caserón, donde había gente de diferentes edades con disfraces originales que bailaban al son de la música atronadora que salía de alguna ventana. Alguien propuso que intentásemos entrar, y a mí me hizo gracia la idea pero no hice mucho caso. Sin embargo, al poco estábamos de vuelta con una cerveza en la mano, mientras Álex charlaba animadamente con los chicos que había en la puerta, y los demás también nos terminamos acercando. Nos dejaron pasar sin problema, y allí estábamos como si nada, bailando en un salón con perfectos desconocidos que a veces nos miraban con una expresión de divertida extrañeza. Incluso terminamos conociendo al anfitrión, que nos preguntó intrigado cómo habíamos oído hablar de la fiesta, a lo cual contestamos: "bueno, en realidad lo que hemos oído ha sido la fiesta en sí". Cuando el simpático evento llegó a su fin, aún fuimos a otro pub, que cerró a las 2 de la mañana, y para entonces lo único que quedaba abierto era alguna tienda de comida rápida y a casa. El domingo estábamos ya cansados, aunque aún tuvimos tiempo de cerrar el finde con una visita pasada por agua al puente colgante, uno de los símbolos de esta bella ciudad.
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